Alumnos: Arévalo Miguel ; Barale Laura; Gil
Guadalupe; Ginés Lilián; Minetti Marcela; Pereyra Luciana
Luego de compartir las
experiencias personales con el grupo, observamos que el campo educativo se
había presentado como una salida laboral con más oportunidades de inserción.
Sin embargo,
todos coincidimos en haber descubierto una vocación que nos brinda muchas
satisfacciones y que nos incita a ampliar nuestra formación para mejorar
nuestras prácticas docentes. En este sentido, convenimos en que muchas de esas
prácticas las habíamos configurado en base al auto-aprendizaje y al
ensayo/error permanente. O bien, repitiendo o emulando los modelos de enseñanza
de la universidad.
Paralelamente
a esta situación, vimos que la planificación y la elaboración de programas
curriculares, en algunos casos, resultaba una suerte de legado de los profesores
que nos habían precedido. En este aspecto, reconocimos que delimitar el nivel y
la especificidad de los contenidos en torno al campo de la Comunicación, nos
resultaba dificultoso. En cambio, si los contenidos respondían a materias más
específicas como lengua o historia, el recorte arbitrario era más evidente.
Por
otro lado, destacamos nuestra capacidad para adaptarnos rápidamente a las
situaciones particulares que se presentaban en el aula, reconociendo que muchas
veces nuestra responsabilidad excedía a la docencia, para actuar como padre,
psicólogo y hasta por momentos, con fuerte estilo autoritario. Frases como “el
curso no es problemático, sino que usted
no sabe manejarlo” o “ese alumno jamás va a trabajar solo, porque necesita una
maestra integradora” interpelan fuertemente nuestras prácticas docentes,
poniendo en evidencia que los procesos comunicativos al interior de las
escuelas responden, en el mejor de los casos, a la transmisión de información.
Finalmente, concluimos que nuestras prácticas docentes se
presentan como procesos de comunicación entre los alumnos y nosotros, pues “sin comunicación la educación es vacía,
pretende empezar por el puro acontecer sin estructura, se ilusiona con entrar
en la historia sin geografía, en la ciencia sin el trabajo, en el amor sin el
cuerpo, en el mundo de las ideas sin palabras, en el mundo de los valores sin
instituciones. En definitiva, es la ilusión de pretender ser alguien sin estar,
crecer en una identidad libre sin individualidad social”[1].
[1] Carlos Cullen, en “Escuela, medios
de comunicación social y transposiciones”, Graciela Carbone, Argentina, 2004.
Comparto algunas resonancias que me genera la lectura del artículo.
ResponderEliminar.- Me parece muy jugado iniciar caracterizando el campo educativo como campo de inserción laboral más frecuente. La explicitación de ciertos rasgos que presentan dificultad tales como las propuestas curriculares o la inserción en otras disciplinar (lengua, historia). Sin embargo, luego me llama la atención la relación con la noción de "vocación". Sobre este aspecto los invito a leer el comentario ofrecido al grupo: Astegiano, María Emilia; Navarro Horñiacek, Gustavo; Oliver, Guadalupe; Samiguel, Diego DNI.
.- Finalmente, me parece sumamente interesante seguir avanzando en una explicitación sobre los rasgos de la comunicación en el campo educativo. Así, el grupo concluye con un "axioma" que merece ser explicitado y profundizado.
Muchos saludos, Martín Elgueta