Invitamos
a la muestra de afiches “Laberintos en la Comunicación” en el marco del
desarrollo de la materia “Taller de Práctica Docente I” del Profesorado de
Comunicación Social.
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En el
recorrido deberá prestar atención a las infinitas intersecciones de las
calles “Filosofía”, “Psicología”, “Epistemología”, “Antropología”,
“Economía”, etc.
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Tenga
especial cuidado con “Calle sin salida laboral” que no está debidamente
señalizada.
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Ingresando
por Circunvalación podrán entrar, salir, rodear el “Campo Comunicacional”.
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Es
importante señalar que será asistido por un grupo de comunicadores que le
harán conocer el maravilloso “Mundo del Periodismo”, la “Educación”, las
“Relaciones Públicas”, la “Publicidad”, “Propaganda”, “Ciencias Políticas” y
“Prensa”.
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Por
último, este viaje que como “tribu” hemos emprendido es tan conflictivo como
fascinante y vale la pena recorrerlo…
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Plan 78, huellas del pasado: Experiencias Compartidas
(Beatriz Bazán - Ruth
Benítez- Hugo Díaz- Ana Velozo)
El grupo se conformó
a partir de que todos los
miembros del grupo pertenecemos al Plan
´78 de la carrera de Comunicación
Social. Si bien algunos éramos
compañeros por haber cursado en aquella época, alguna materia junta, este grupo se construyó exclusivamente para
este Módulo. Otro punto de contacto es
que todos rondamos los 40 años como
promedio de edad, algo importante también, porque más o menos pertenecemos a la
misma generación y hemos atravesado desde distintos lugares los mismos
procesos político-económicos.
Tras compartir y revisar en equipo las trayectorias
individuales, coincidimos en que nuestro ingreso en el campo educativo se
aparece influido por distintos elementos provenientes de las experiencias
personales, académicas, profesionales y laborales.
Uno de los elementos, aportados por las dimensiones
personales y académicas se relaciona con los significados atribuidos a la
escuela y la educación, construidos desde la familia y modelados luego por la
experiencia escolar. Así aparecen las vivencias escolares de choque con
situaciones de arbitrariedad, injusticia y discriminación, las expectativas de
las familias por acceder a mejores condiciones de vida a través de la educación,
la visión devaluada del profesorado como opción frente al prestigio asociado a
una carrera universitaria, o una concepción de la educación como parte de la
identidad política.
En varios
integrantes del grupo coincidió que los padres sólo accedieron a la primaria o
la secundaria incompleta. Lo similar fue el deseo de esas familias de que sus
hijos siguieran estudiando y continuaran los estudios superiores. Con estos antecedentes, al momento de decidir que estudiar, algunos
enfrentamos la duda de continuar una carrera terciaria, algún profesorado, o una universitaria. Nos inclinamos por la
última sabiendo que se trataba de una carrera
“con mayor relevancia”. Podemos
destacar claramente aquí que, para estas familias el ser universitario era
sinónimo de movilidad social y de un trabajo asegurado con cierto status
social.
Asimismo, las
experiencias políticas, sociales y
económicas que hemos vivido durante la infancia y adolescencia nos marcaron y
determinaron la inclinación hacia la carrera de comunicación. Evidentemente el
tema de las desigualdades sociales, las injusticias en las instituciones
escolares a las que asistimos, la discriminación por no portar apellido, el color de piel, el ser “hijo de militantes políticos”, o ser
siempre “el nuevo” en un continuo mudar de
una ciudad a otra”, configuraron nuestra
concepción de mundo y atraviesan nuestras experiencias escolares y
académicas. Desde corta edad ya
aprendimos en qué lugar del mundo nos
debíamos ubicar según el orden
establecido.
Quizás en la secundaria, en el contacto con
otros grupos u organizaciones o en el seno de la propia familia, donde surge la
idea de que el lugar que ocupábamos no
era un espacio “natural”; sino que
existían procesos, construcciones históricas, políticas y sociales que nos llevaron allí y que estaba
en nuestras manos la posibilidad de cambiarlas, de construir un mundo más justo
e igualitario.
Un segundo elemento que configura estas relaciones
personales de los miembros del grupo con el campo educativo está representado
por la elección y el ingreso a la carrera de comunicación social. Este momento
aparece vinculado a la idea de una opción académica alternativa a las
profesiones tradicionales, las que no convocaban nuestro interés, la búsqueda
de una formación acorde con inquietudes políticas, de crítica de lo social y
que represente formas de aportar a determinados cambios. Las experiencias
coinciden en el reconocimiento de nuevas formas de relación con los docentes,
con otros estudiantes y con la universidad, que contribuyeron a sellar una
identidad particular del estudiante de comunicación.
Las expectativas en relación con el ejercicio de la
profesión se vinculaban por entonces al ejercicio del periodismo, dentro de un
Medio de Comunicación, y no estaba en la
mente de ninguno orientarse a la educación, al menos fuera del nivel
universitario. Algunos ya habíamos comenzado este ejercicio en paralelo con la
carrera, otros en cambio, afrontábamos la necesidad de trabajar para sostener
los estudios y la disyuntiva que representaba dejar de lado opciones más
ventajosas para nuestra formación, como las pasantías, por ser éstas poco remuneradas.
Finalmente, el momento de ingreso al campo educativo
como docentes se relaciona más con una opción laboral en un contexto de crisis
laboral general (años 99-2001). Con el título en las manos, muchos deambulamos
por cuanto medio alternativo había, golpeando puertas en las grandes empresas
periodísticas, y sin un peso en el bolsillo.
Fue entonces que aparecieron los cambios en la educación secundaria con
nuevas orientaciones y la posibilidad de entrar a la docencia de muchos
profesionales, incluidos los comunicadores.
Para algunos de nosotros esto representó el logro de un trabajo estable,
legalmente reconocido y el inicio de una larga carrera docente
Para los que se iniciaron en la docencia fueron
disparadores de innumerables planteos profesionales, provocando lo que se
conoce como “crisis de la mitad de la carrera”, vernos con un nuevo
posicionamiento frente al aula y la necesidad de valernos de herramientas
propias de la comunicación para plantear soluciones oportunas a singulares
desafíos para nosotros, sin el apoyo de ningún agente antiguo del dispositivo
educacional.
Todos quienes ejercemos la
docencia coincidimos que ingresamos a ella por una necesidad laboral, pero con
una clara idea de la educación que no
queríamos; diferente a la que habíamos recibido, menos injusta y
arbitraria, menos asimétrica. Fue un
objetivo personal y un impulsor que motivó nuestro estar en la escuela.
En relación
con nuestra recepción en las instituciones, especialmente por parte de los
educadores titulados, en algunos casos motivó cierto interés por lo
“innovadora” que se percibe nuestra formación. Sin embargo para otros, fue una
“intromisión de foráneos e
inexpertos” que venían a
inmiscuirse en educación, con una concepción equivocada de
la misma.
También para
algunos se presentó la posibilidad de la
formación y especialización de Posgrado en Comunicación, que abrió puertas para
capacitar a docentes de nivel medio.
Sin
dudas, nuestra llegada al profesorado
fue, por un lado, motivada por la necesidad de obtener un título docente que
nos permitiera consolidar nuestra posición en el sistema educativo y quizás
proyectarnos hacia otros puestos laborales dentro del sistema. Pero por otro
lado, no podemos desconocer las
identidades que fuimos construyendo desde el ingreso a la universidad, a la
escuela como ámbito laboral, al cursado de especializaciones, maestrías y diplomaturas.
Tenemos bastantes indicios para pensar que lo que hemos vivido desde niños; el
ser hijos de quien somos, el pertenecer a una franja social determinada, todo
eso nos condujo hasta aquí.
Hemos
encontrado grandes coincidencias en el grupo: tenemos la esperanza y en alguna medida la certeza de que en la
escuela podemos brindar aportes para construir un mundo mejor, que supere las
injusticias, las discriminaciones de cualquier índole. Todos enseñamos o queremos
enseñar Comunicación, es lo que nos gusta y lo que hemos estudiado, pero lo
otro es superior, es más ambicioso y nos inquieta desde muy pequeños: es el
deseo de vivir en un mundo más humano, más libre y justo.
Ana
Velozo, Ruth Benitez, Hugo Díaz, Gabriela Romero y Beatriz Bazán.
Comparto algunas resonancias sobre la lectura del escrito.
ResponderEliminar.- La referenicia al afiche me parece sumamente oportuna, me ayudó a recordarlo y adentrarme en el laberinto...
.- Comparto la misma edad del grupo, lo que genera obviamente una identificación con la caracterización del contexto de estudio, trayectorias y representaciones familiares ligadas a la educación y el estudio universitario... Leerlos, ha significado leerme
.- En ese marco -de suma implicación- celebro la lectura sobre las experiencias educativas que atravesó el grupo. Es decir, que no se presente la experiencia propia como una suerte de "edad de oro" donde "todo era mejor"... Sino, por el contrario, se describan las situaciones de arbitrariedad y contradicción que dichas experiencias significaban para ustedes como sujetos en formación. Y entre esas experiencias explicitar los modos en que se jugaron las diferencias étnicas y sociales de un sector de la población que empezó a transitar otros niveles de educación de modo inaugural en el seno de las familias de procedencia. Esto último incluso, asociado a la elección de una carrera no tradicional. Esta lectura me parece sumamente potente y que amerita seguir siendo analizada.
.- En función de la última lectura, es provocadara la asociación entre: procedencia social, elección de carrera no tradicional, crisis de inserción profesional en el campo de la comunicación social e inserción en el campo educativo... Pero además de provocadora me parece sumamente jugada y que amerita continuar en esta línea de indagación por la potencia que sustenta.
Muchos saludos, Martín Elgueta
.-